Litio.

Riego las miradas con sales de litio,

embadurno los cuerpos viejos con olores de revolución,

y las piedras pequeñas son pesadas y gruesas.

Un rebaño de priones sociales, plegados a contracorriente,

dibujan sin orden ni concierto,

unos murales superpuestos entre los recovecos del verso.

Como no ven las televisiones, les controlan con burbujas

donde solo aparecen sonrisas y camelias.

Las notificaciones que vibran en las cabezas,

y resuenan en los grandes datos de la insustancial normalidad,

componen con sus algoritmos las canciones y los dientes.

Los dejamos deambular como libres pensadores,

y les damos planos y objetivos.

Son tiernas las piernas y tiernos los pies, en conjuntos no nulos,

para el baile y la pasión.

Quizás el algoritmo te haga feliz e inmortal…

Las redes crecen con sus patrones, intrincadas,

donde cada divergente está encadenado por una hilera de bit,

antes las cadenas eran de papel, mañana serán de cúbit.

Sapos, gorriones, libélulas,

jugueteando por linderos desconocidos,

con sus ojos midiendo el mundo.