Dislocación asamblearia.
Hay mucho que heñir gritamos
desde los dos lados del espejo.
La función teatral para elevar la voz,
los ilusionistas que no vinieron se desdicen.
Es desilusionarse: “No reconocemos nada de nada…”
y en nadando, con la ropa expuesta, se ven
intenciones por las agallas.
En un castillo de naipes reina,
cultiva alcachofas para la voz y la vanidad.
Su palabra es santa o divina, y en su clarividencia
hace futuro. No se junta con quien trabaja
dificultosamente la masa gris de palabras.
Mánchate, ven, aléjate, estamos al cabo de la calle
sin salida. Para negarnos, nada de nada;
para reconocer, nos
hemos traído al pairo, como fantasmas
envalentonados, rogativas de centralismo.
Lloverán estatutos y palanganas…
Dejemos a los grillos en su caja,
hay mucho que heñir, de ganas, de sabores, de ritmos
que marcan pasacalles, bailes donde los brazos piden la palabra,
y los ojos no callan.